Psiconauta

Las profundidades del Ser

Diarios de Tonsai, Tailandia

Decido que me voy a mandar un batido de hongos mágicos. Ayer no me llamaba, pero hoy sí.

Me tomo un café con el hermano Daniel, un brasilero que recién viene regresando de ese mismo viaje ayer. Compartimos el café y mucho más. Me enseña fotos de escalada y de sus viajes por el mundo. El otro día me leyó un escrito suyo sobre viajar, en portugués, que describía perfectamente sensaciones del viajero en movimiento. Hemos compartido mucho, y con Lucas también. Con todos y todas. Mucho más de lo que imaginamos…

Voy camino a Sabai Sabai, donde los batidos son supuestamente más potentes y más baratos, y los hacen mezclados con banano en vez de piña o naranja. Cuando paso por el Viking me saludan mis amigos el Capitán Tom, Kob, y una gente que siempre veo pero con la que nunca he hablado. Esta vez me saludan todos. Siento buena energía y saludo de vuelta, pero sigo a donde según yo iba. Ellos sabían más que yo…

Llegando a Sabai Sabai me encuentro el lugar desolado excepto por los dos vecinos que viven en el bungalow de al lado, el mae tuanis y la alemana que habla sin parar. El mae me cuenta que quiere probar la escalada, yo le digo que se mande.

Me devuelvo al Viking, feliz de que el universo me la pusiera fácil y le pido a mi amigo el Capitán Tom si me puede por favor preparar un batido de hongos. Le pregunto si están buenos los del diluvio y él dándose media vuelta agarra una caja llena de hongos frescos y me la enseña, sonriéndome que sí. Los recogieron ayer.

Regateo el precio mientras Tom me cuenta que no hay electricidad para la licuadora y que si lo quiero con banano él puede ir a comprarlos. En este pueblo solo hay electricidad de 6 pm a 6 am… Le digo que relajado, que lo haga como él sabe, él es el experto. Escoge los hongos siendo a la vez selectivo y generoso, los pone en el mortero y empieza a molerlos. ¡Qué dicha que no hay electricidad, mejor así!

Me pasa el batido y cuando le pago se le olvida que me había dado precio de amigo, pero yo le recuerdo. Me da el vuelto con una sonrisa sincera y me manda a disfrutar. “Enjoy!”

Me tomo el batido poco a poco, meneando la masa de hongos molidos con la pajilla mientras comparto con la gente que está haciendo slackline. Pesco los hongos y les doy una buena masticada, probando su verdadero sabor. Me bebo la poción hasta la última gota.

La chica del slackline me cuenta que también es profe de yoga y comparte conmigo un poco de su viaje y andanzas, por India una de ellas.

No he terminado de hablar con ella y siento que se me va la cabeza. Han pasado tal vez unos veinte minutos y de hecho le estaba contando lo susceptible que soy a estas cosas justo cuando lo siento…

Le digo que me voy a ir a meter al mar y cada uno agarra para su lado.

En el camino me doy cuenta de que puedo sufrirlo o disfrutarlo a voluntad y paso del borde del colapso nauseabundo a una felicidad que no me cabe la sonrisa en la cara y me echo a reír. Euforia. Lo que desencadenó este cambio de rumbo fue uno de los cientos de grafitis que hay sobre el muro. Uno que había visto desde que llegué.

“YOU ARE THE ONE you have been waiting for”

Resonó conmigo desde el primer instante, pero ahora me manda a volar.

Los dibujos se salen del muro como si fueran tridimensionales.

Vivo el arte mientras me dejo llevar por esta ola.

Me río a carcajadas cuando veo al Pikachú con galaxias en los ojos y babas de hongos saliéndole de la boca, con algo que parece un camarón en el tercer ojo.

Doy media vuelta y me voy por el camino largo hacia el mar, para poder disfrutar todo lo que ofrece el muro.

“OPEN YOUR THIRD EYE”, ni me lo diga dos veces y estoy echándole, estimulando la glándula pineal.

Un túnel multicolor de azulejos ilusorios que lleva a otra dimensión, a otra realidad.

Un león alzando la hoja de la marihuana en nombre de Tonsai.

“OFFLINE – ONLIFE”

Un mago que con una mano sostiene por las orejas a un feliz conejo tuerto y con la otra me señala el camino a la cueva.

Veo que hay una cuerda para subir por el barreal y pienso que en un pueblo de escaladores eso significa que de verdad debe estar resbaloso. Me resbalo y caigo al suelo, riéndome de mí mismo. Ahora sí que me agarro de la cuerda. Entro por un portal de verde maleza a la oscuridad de la cueva. Es inmensa y oscura, hasta un colchón hay de crashpad al lado de los restos de una fogata. Hay estalactitas y estalagmitas y todo tipo de formaciones de roca caliza. Camino un rato adentro, pensando en los mayas y tantos otros que se metían en cuevas a realizar sus rituales y enfrentar sus demonios, pero yo no me siento tan valiente y me voy hacia el mar, a ver la luz del día.

Llego a la playa y la vista es fantástica. Los incontables acantilados sobre el verde Océano Índico presentan un paisaje que nunca deja de maravillar. Gracias Pachamama, por el regalo de Tonsai.

Me meto al mar y rápidamente me deschingo, pasándome la zunga por el brazo para que no se me pierda. Me dejo flotar en el fluido universal y cierro los ojos. Amarillos y anaranjados brillantes llenan todo. Si me sumerjo o me doy vueltas todo se pone negro y morado. Abro los ojos debajo del agua y veo amarillo verdoso cerca de la superficie que más profundo se torna café y después no se ve nada. Me hago un snorkel de pobre con las manos, pero ni sé si tengo agua adentro o no, todo da igual.

Dejo de sentir mi cuerpo, hace rato que no me responde de todas formas. Me dejo ir y floto, vuelo.

Me doy cuenta de que soy una expresión de El Ser y no de mi ser. Estoy conectado con todo.

Llegan el sueco y la chica y se meten al mar en lo que yo me pongo la zunga. El mae me ve a los ojos y su cara explota en asombro y risas. Me dice que las pupilas las tengo dilatadas a más no poder y yo le digo que con razón los acantilados se ven tan blancos y todo tan brillante, a veces hasta veo destellos en el cielo azul.

No me puedo mover “bien”, no siento mi cuerpo, no veo “bien” tampoco. Todo esto hace que sea muy fácil dejarme ir. Cierro los ojos, y me entrego al cálido abrazo de la Pachamama en el Mar de Andamán. Risas y risas y risas incontrolables, amarillas y anaranjadas. Me muero de la risa tratando de hablarles a los amigos, pero no puedo y me echo otra vez a reír.

Me entrego todavía más, porque sé que me salvarían si me estuviera ahogando.

Ahogarme no me preocupa tanto, porque en algún momento me sumergí y esperé abajo. Cuando fue necesario, mi cuerpo salió a respirar. Instinto de supervivencia intacto.

Lo que no descartaba era que mi cuerpo se fuera flotando plácidamente en mi ausencia. Temía encontrarlo en medio mar y no poder volver. Ahí sí que me podría ahogar…

Por eso me meto en la parte bajita, y me pongo a flotar ahí, sabiendo que ellos están entre mi cuerpo físico y las profundidades del mar, porque «yo», más profundo no podría estar.

La amiga me sostiene la pelvis para ayudarme a flotar y se contagia de mis carcajadas. Carcajadas que me acuerdan la canción del loco de Pink Floyd.

Amarillo, anaranjado y risas, eso es todo lo que hay.

Cuando me doy cuenta de que tengo un poco de frío me despido y salgo adonde tengo mis cosas escondidas bajo una media pichinga roja que es basura de mar, de playa ahora. Me seco con mi sarong, me saco la zunga y me pongo los pantalones blancos abombados y la camiseta.

Camino tierra adentro por el churristate de playa con sus flores moradas en la arena y después sobre un zacate lleno de feroces mozotes. Llego a unos esqueletos de árboles muertos donde cuelgo la maca sin molestar a un milpiés. Me doy media vuelta y contemplo un panorama sublime. Cuelgo la zunga al viento y me tiro en la maca, donde puedo flotar sin miedo de ahogarme, suspendido en otro estado de conciencia. Me cobijo con el sarong para calentarme un poquito.

La navegada universal que me pegué en esa hamaca…

Estuve viviendo una era en algún lugar muy en mis profundidades. Tenía la sensación de estar viendo hacia afuera por una ventana abierta. Estaba en algún piso de un edificio viejo. Vi gente que llegó y vivió en unas grietas cerca de una ventana en la pared ámbar del edificio de enfrente. Parecía una familia. El padre se iba y regresaba cansado del trabajo. En la lucha. Caminaban por la pared como si fueran hormigas. No había dimensiones, ni arriba ni abajo. Siempre era de día. Al final, no sé si se fueron ellos o me fui yo…  

Hacia adentro y hacia afuera. Amor, amor, amor. Toda la familia. Las amistades. Amor para todos y para todo.

Entré y salí de “La noche oscura del alma”, a voluntad. Sentí brotar las lágrimas, rodando sobre mis mejillas las oí caer en la maca. Solté todo.

Om´s pa dentro y pa fuera, el tercer ojo.

El viento se intensifica y cae la noche.

La tela de la maca revolotea sin parar mientras viajo a toda velocidad por la negrura del vacío, entre las estrellas y el espacio, donde el tiempo no existe.

Volandooo!

Vuelo, navego, y floto a la deriva por las profundidades del ser, el espacio exterior, y esta tierra.  Me doy cuenta de que todo es lo mismo. Amor es la fuerza vital. Amor. Amor. Amor.

Me dejo curar por la Madre Tierra.

Un barco se va navegando hacia la oscuridad en el mar picado por el viento. El ruido de su motor rebota en los acantilados y se transforma en el rugido de un gigante.

Voy y vengo, entro y salgo y vuelvo a entrar.

La brisa marina me acaricia y me dice que ya es hora de levantarme.

Vagamente recuerdo que algún momento pasaron dos españoles y hablamos de la pura vida.

Lentamente empiezo a estirarme. Poco a poco voy volviendo. Me fijo en el reloj que me había quitado desde antes de meterme al mar, queriéndome despojar del tiempo cuando eran eso de las 5 de la tarde.

Son las nueve de la noche.

Una altísima palmera se menea en el viento, despreocupada. Sus hojas brillan y cuchichean en la oscuridad de la noche. Fascinante y magnífica. Camino hasta ella y le doy un beso.

Doy gracias a estos esqueletos de árboles “muertos” que veo llenos de vibración y vida, energía que me sostuvo y me acompañó a volar en esta exploración. Agradezco todo, todo, todo.

Recojo las cosas y camino de vuelta a la casa.

Regreso para compartir la experiencia.

6 comentarios en “Psiconauta

  1. Qué miedo!!!! A mi me daría pavor probar algo así. No te metás al mar en esas condiciones, por favor y asegurate de no probar hongos venenosos (Amanita muscaria). Demasiado psicodélica la experiencia. Me encantaría un día abrir mi tercer ojo……

    Le gusta a 1 persona

  2. Oh! Esa tarde de slackline y tantos mosquitos cuando nos saludamos y te vi saboreando un té frio con sabor a tierra, yo me imaginaba. Que lindo… durante el día, es imposible no ir al mar en el mejor tiempo para mushrooms viajeros. why not? Y a veces por las noches reir hasta las lágrimas también.

    Le gusta a 1 persona

Replica a chicobonanza Cancelar respuesta