Poca agua

Diarios del carrocasa

Me estoy quedando sin agua, mi tiempo aquí se está acabando… 

Playa Rajada en Semana Santa

Guanacaste, Costa Rica

Desde anoche empezó a toser agua el tubo. 

Queda poca agua…

Hoy empezando el día volví a lavar (realmente enjuagar, porque no usé jabón) trastes en el glorioso mar. Ahorro de agua y glorioso contacto con la naturaleza. Me sirvió bien la palangana verde. Lavé en la playa de a la par el cuarzo rosa que tengo en la cocina para llenar todas mis comidas de buenas vibras con su frecuencia incorruptible, para limpiar cualquier energía pesada que pudiera tener alrededor.

Después de desayunar se me acabó por completo el agua del tanque interno. Solo me quedan seis litros en el reservorio de Roca Bruja y lo que tengo en la botella. 

Ayer iba a cocinar la pasta con agua de mar, para ahorrar la potable, pero me fui al natural, a la luz de la luna, y cuando volví a la cocina había en el agua un bicho plateado que nadaba por todo lado. Con destellos parecía desaparecer en un lugar y aparecer en otro, como queriendo escapar. Brillaba… ¡Deslumbrando! Ojos de fuego.

La próxima vez me llevo el foco para revisar ahí mismo en el mar. 

Tuve que ir a devolverlo junto con el agua porque me dio lástima. Todavía tenía agua entonces no iba a matar bichos sin necesidad. Me imagino que aunque uno saque a los grandes, quedan otros chiquitillos que no se ven. Bueno, de hecho que estoy bastante seguro porque una vez había en descuento un libro de Visiones de este mundo, de National Geographic en la Librería Internacional de Moravia y lo abrí y vi adentro una imagen increíble con criaturas de todo tipo y leyendo me di cuenta de que eran todos los seres microscópicos que hay viviendo en una sola gota de agua de mar… 

Entonces, aunque en teoría a mí no me pasaría nada, porque después de colarle los bichos y devolverlos al mar, la dejaría hervir unos minutos para potabilizarla, todos esos seres diminutos que burlaron el colador perecerían, o se transformarían, y viendo lo rápido que se movía el grande plateado que había en la olla, me parece que tienen bastantes ganas de vivir y muy poquitas de transformarse por ahora.

Ayer trepé al mirador y la vista es espectacular. Es increíble cómo al subir un poco y cambiar el punto de vista, se reforma la idea que uno tiene del lugar, y la del tamaño del mar… desde un buen mirador se puede ver como casi todo es mar. Siempre me impresiona la inmensidad del océano comparada con la tierra, parece infinito…

Anoche desde la sillita viví esta escena. Por un momento, esto fue mi vida:

La luna tras las nubes y el cornizuelo.

La brisa.

El mar. 

Eno Costa Rica siempre me pega las salvadas, me brinda delicioso confort. La larga cuerda negra del Talon es el mejor tendedero que he conocido (me di cuenta en el viaje a Sudamérica poniendo tendedero en el aparta en Baires del primo de Yeibor.) Las sillas (loungers; SL para el calor y DL para el frío) son una delicia para sentarse a leer, escribir o simplemente contemplar el mar descansando su agua fría en la bahía. Los festy flags (banderines) alegran el jardín y al moverse con cualquier suave viento puedo usarlos como indicador para saber cuándo hay offshore, y la maca! Ahhh… 🙂 ¡La joya en en la corona! Primitiva, primordial, perfecta.

Recorriendo islas y miradores encontré hermosas joyas de la naturaleza; verdaderas obras de arte. Madera esculpida por once mil tormentas, por el sol y el viento y quién sabe qué más… por quién sabe cuánto tiempo… 

Uno me lo traje nadando de regreso a terra firma después de haberlo encontrado en la cumbre de la isla que bauticé Isla Don Gilber, adonde llegué escalando agarrado de los Flor Blanca que de alguna forma no solo sobreviven, sino que prosperan sobre la seca piedra café, suelta y quebradiza típica de Guanacaste. 

El otro lo encontré por los acantilados del mirador. Fui cuidadoso y me aseguré de que nada viviera en ellos antes de adoptarlos, o más bien recibirlos, ser adoptado por ellos. La naturaleza me ha dado estos regalos y creo que es para crear conciencia y recordar a la gente la belleza de lo natural. Madera. Abundante. Increíble. Cálida y gloriosa. 

Anoche antes de acostarme puse Playa Rajada en el mapa del abuelo, y también la “Isla Don Gilber.” Además agregué el puente del Tempisque, que en el mapa todavía no existía…

Volviendo al ahora:

Ahora sí que tengo que encontrar la forma de salir de aquí. 

Ya no tengo casi nada de agua entonces de verdad toca ver cómo desenterrar a Jr. María. Me pongo una camisa y gorra y voy determinado a encontrar alguien que tenga un 4×4 y una linga y que se apunte a ayudarme. Sudando voy a un campamento tras otro preguntando en cada uno que veo un carro 4×4. Rápidamente me doy cuenta de que la voluntad de la mayoría es más de quedarse relajados… Otros sí quieren ayudar pero no tienen linga y también me salió un señor que me dijo que él sí tenía linga, pero que no quería usarla porque según él “perdía la fuerza” y después no servía más… Los cuentos extraños de la gente… 

Sigo buscando, echando ojo a los carros que me parecen mejor equipados, pulseando el perfil de dueño fanático del 4×4 que se emocionaría por poder usar sus juguetes y al fin, después de muchos rechazos, encuentro un Hilux armado con bumpers ARB y toda la vara. 

—¿De quién es ese chuzo? —pregunto en el campamento— y se levantan orgullosos los dueños, quienes estaban sentados los dos bien cerca de una hielera llena de birras bajo un toldo blanco. 

Primero me saluda el pelón, y después el otro, pelón también, idéntico al primero la verdad… Me dicen que con gusto me ayudan pero que no tienen linga. Les digo mi dirección, bueno, señalo allá adonde se le ve el techo a Jr. y lo describo un poquito y me dicen que ya saben cuál es. 

Todo el mundo ya sabía cuál era cuando yo llegaba a pedirles ayuda. Jr. María siempre ha sido famoso. Es de esos carros que atrae gente dondequiera que vaya. Uno va a la bomba y la gente quiere saberlo todo: su historia, cómo es andar montado en ese chunche, adonde lo he llevado, adonde me ha llevado, adonde hemos ido… Bueno, pues esta es la historia, la que responde a todas esas preguntas; es así

Voy un toque al campamento de los camioneros. Están haciendo unos chicharrones que se ven deliciosos. Los saludo y les pregunto si tienen algo que me pueda servir para remolcar un toque a Jr. María. Ya no pregunto específicamente por una linga porque pienso que limita mis opciones. Por suerte me dicen que tienen una vieja cinta de amarrar carga y aunque trato de convencerlos de que no es necesario volarle cuchillo, diciéndoles que puedo traerla de regreso, le cortan un pedazo a una vieja cinta roja marca Diablo, me la dan, y les doy las gracias. 

Llega el Hilux de los gemelos, le meten la chancha, amarramos a Jr. María y por dicha sale suavemente. Sorprendentemente fácil. Una buena sorpresa. 

Agradezco a los idénticos y en eso veo que se les ilumina la cara y ¡me dicen mi apellido! Yo me quedo muy sorprendido y me dicen que ellos estaban en la U conmigo, y ya me acuerdo. 

¡Qué increíble! Ya habiéndonos reconocido hablamos paja un rato y coordinamos un yoga para después, pero al final nunca llegan… 

Paso un momento al campamento de los camioneros a devolverles el pedazo de cinta y se muestran muy alegres de que me haya servido. Para cerrar con broche de oro me regalan un pedazo de salchichón para el camino. ¡Gloria eterna, las sorpresas de la vida!

Con nostalgia me despido de la comunidad (vecinos) y abro camino.



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#2


El viejo mapa del abuelo


Diarios del carrocasa

Me desperté y me entregué por completo a la experiencia, acepté a la gente, y a mí mismo. 

Playa Rajada en Semana Santa

Guanacaste, Costa Rica

El lugar es increíble.

Hay mucha, mucha, mucha gente. Toda la playa está llena de tiendas de campaña e incluso hay carros casa de todo tipo; desde los pequeños como Jr. María hasta los inmensos como un Tioga que se instaló al final de la playa. Este último es una tremenda mansión. Una vez aparcado se expande, con varios cuartos que le salen hacia los lados, aire acondicionado, terraza, ducha, patio y quién sabe qué más adentro…  

La comunidad que aquí se junta todos los años en Semana Santa es como decir la que se junta en Envision o cualquier festival de esos de varios días. Hay mucha gente por conocer y muchas cosas que aprender. Todo el mundo tiene sus diferentes toques y estilos. Hay los viejos sabios y los nuevos aprendices. Veo toques como el de mi vecino don Gilber, quien va y vuelve del mar con una cubeta para mojar la arena alrededor de su zona de estar poco antes de que caliente demasiado el furioso sol guanacasteco, para poder sobrevivir. 

Presto mucha atención a ese toque de mojar la arena para que no levante tanto el hornazo durante los calores y al medio día, cuando me estoy derritiendo de calor en medio del fiero fuego guanacasteco, acerco la mano al borde de la sombra y puedo sentir el calor que irradia la arena y veo las gotitas de sudor brotar en mi brazo… 

Hay toldos, tiendas, hamacas y hasta hay familias que andan baños. Los baños se ven increíbles, con una delgada tela se forma un pequeño santuario de privacidad para poder hacer las necesidades en cualquier momento. Son un gran lujo. Yo en cambio tengo que buscar las horas en las que todos duermen o ir a los lugares más inhóspitos, adonde nadie llega. Poco a poco he ajustado mi reloj biológico para descargar al amanecer y muy alegre estoy. 

Esta mañana fue diferente, probé algo nuevo.

Usé el toldo azul para liberar un venado atrás de la van porque no me daba tiempo de caminar tan lejos, hasta donde ya no hubiera gente. El toldo venía con Jr. y nunca lo había usado. Es gigante, podría servir para sombra, hasta para clase de yoga tal vez… Agarré también un palo largo que vive debajo del sillón de la sala y aunque no me gusta como se ve ahí, lo llevo a todas partes porque el antiguo dueño me dijo que servía perfecto para sostener abiertas las puertas de atrás y crear un espacio privado poniendo el toldo azul que servía hasta para bañarse… 

Este será mi bañito, como los que vi por ahí… mi propia isla de paz y privacidad, un toque más amplio eso sí, pero ya me lo estoy imaginando bien prometedor y tranquilo.

Fue algo así:

***

Abro las puertas de atrás y trato de acomodar el palo para mantenerlas así, pero por más que lo intento no encuentro la forma de prensarlo bien, me parece que es demasiado corto… Lo pongo a como puedo porque el venado ya quiere salir y en lo que estoy acuclillado haciendo mis necesidades un ventolero repentino se trata de llevar el toldo entero al cielo, haciendo un escándalo y pegándome un gran susto, dejándome totalmente expuesto por un instante eterno hasta que con un estironazo incómodo lo logro agarrar y aunque chueco y desacomodado, me queda tapando de la cintura para abajo. 

Vuelvo a ver para todas partes y por dicha parece que nadie vio nada. De hecho no parece haber nadie despierto, esa es la magia de despertarse temprano, nadie alrededor, gloria al glorioso. ¡Me salvé! pienso feliz de la vida, cuando en eso mi mirada queda posada en algo tan quieto como un viejo tronco guanacasteco y veo que tiene dos ojos cafés que me miran fijamente el alma. 

La abuela de los vecinos, camuflada en la quietud de la temprana mañana, me mira con chispas en sus ojos. Se ve muy alegre y estoy seguro de que no se ríe por fuera solo porque está paralizada, pero se está riendo por dentro a carcajadas. Claramente vio todo… Le doy una sonrisa cómplice y un saludo silencioso antes de retirarme agachado de nuevo a las profundidades azules del toldo confiando en que ese sería nuestro secreto.

Entierro bien profundo el regalo y lo tapo con arena. La palita es muy cómoda, es un chuzo, me alegra usarla. 

***

Por dicha era temprano y no había gente, pero de fijo no fue muy tranquilo el rato. 

El día siguiente en la tarde (martes 15 de abril) quería soltar otro venado y con tal de no usar el toldo azul (tal fue el trauma), intenté usar el blanco de gangoche (este no lo he vuelto a usar desde la primera vez o primer viaje mejor dicho). Logré prensar mejor las puertas pero el toldo de gangoche se está deshaciendo y hay demasiado viento y sol y calor.

Decidí soltarlo adentro con el toque que me dijeron de la bolsa en el Porta Potti 265/(baño interno). 

¡Ahhh, qué relajación, qué privacidad, qué calor! 

Puedo disfrutar la liberación en paz.

Cuando estrené el Porta Potti en el Irazú para no congelarme saliendo a orinar me alegré mucho, y ahora otra vez mucho me alegré al usarlo. Lástima todas las bolsas de papel que dejé en la casa que había guardado del pan… 

¡El bañito! ¡La gloria eterna! ¡Gracias paciencia por ayudarme a esperar y no dejarme sacarlo apresuradamente cuando pensé que nunca lo usaría! La salvada que me pegó. Es muy valioso.




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