De sol a sol

Desde adentro del agua y compartiendo con las olas veo el sol nacer.

Líneas de pelícanos flotan en el horizonte mientras despierta en alegría un nuevo día.

¡Qué placer surfear el amanecer!

Salgo del agua agradecido y directo al desayuno.

No sé si habrá algo mejor que el café.

 

Compartimos y elevamos al vibrar juntos frente al mar.

La brisa nos refresca y se lleva nuestras preocupaciones, transformándolas en canciones del viento.

¿Cuántas veces ha salvado el yoga un alma que se ahoga?

Sonreír y volver a vivir.

Echarse en una hamaca y la siesta dormir.

Almorzar y volver al mar,

volver a amar,

volver a surfear,

disfrutar,

saltar,

gozar.

 

El sol y la luna se derriten en el infinito atardecer regalando a las estrellas oscuridad para brillar.

Tauro y Orión empiezan el vacilón.

Busco en el cielo los pescados, mas caigo exhausto con ojos cerrados.

 

Ser

Ometepe, Nicaragua

Me dejo llevar y paso el día entregándome a mí mismo. Duermo siesta y camino en paz, dejándolo todo pasar, sin esforzarme, sin juzgar, sin controlar, sin comparar, sin decidir, sin manejar, solo siendo y haciendo.

Veo un chancho echado en la playa y está en paz.

En el corredor de una casa hay un montón de maíz con una gallina que rebusca a sus orillas.

Pasa un señor caminando un ternero con un mecate como si fuera un perro.

Una gran abeja negra trata de volar.

Una lucha entre hormigas y una larva.

Pongo la maca entre buenos árboles que me cobijan con su sombra mientras disfruto el sonido de las suaves olas y siento la brisa del Cocibolca.

Me paro en una caca de gallina.

Me limpio en la arena.

Empiezo a leer y cuando me da sueño no me resisto, me entrego a una deliciosa siesta.

Despierto renovado y no ha pasado ni media hora.

Trepo a un árbol de Espino sobre el río.

Recojo la maca y camino de regreso.

Paso a darle cariño al chancho y me doy cuenta de que lo acompaña su amigo el pato.

Le ayudo a Doña Rosa a llevar la comida al fogón del centro comunitario.

Practico yoga frente al volcán.

Soy.

Paz.

Volando

De Roatán a Managua, escala San Salvador

El constante zumbido del avión me entranza, igual que el cambio de perspectiva. Me sirven jugo de manzana sin hielo y una sprite en lata, caliente, la sprite. El maní y el sanguche ya me los terminé. El maní traía pasas. El jugo de manzana es mi champán. Me tomo un traguito para saborearlo, lo vuelvo a poner en su lugar, una depresión circular donde su base calza a la perfección. Lo veo y me siento como un rey. Me lo tomo todo de un solo. Abro la sprite y me pongo a ver las nubes por la ventana…

En el segundo vuelo trato de hacer lo mismo pero el jugo de manzana no parece champán y siento cómo que algo pasa. Me asomo por la ventana y un rayo salta diagonal de arriba a abajo en una gigante y oscura cumulonimbos. Me doy vuelta y veo que el chiquito que va un asiento atrás y a la derecha tiene las manos llenas de sangre y un diente en la mano…