¿Por qué no tomar tanto? …excesos

Cuando me tomo la primera birra todo muy bonito, pero rápidamente me manifiesto como la bestia insaciable. Empieza una, y después otra, y otra, y otra, hasta que se me acaba la plata o la fiesta. Después de las primeras solo estoy tomando por inercia y ni siquiera las disfruto, buscando encontrar algo en el fondo de la botella que nunca ha estado ahí. Algo que entre más tomo más se aleja y más me alejo de mí esencia. Sale a relucir la violencia y agresividad, como si hubiera devolucionado a un estado primitivo de menor vibración en cuestión de una noche. Se caen todos los estándares. En algún punto me doy cuenta de la futilidad de la bebida y dejo la que tengo en la mano, desapegándome de un solo de toda la situación que he creado. Entiendo en un instante de lucidez que todo es una ilusión dentro de la ilusión y la falsedad es aparente. Hay tantas otras cosas en las que invertir mi energía. Tomar tanto no me ayuda en nada. En ese momento abandono todo y me voy de regreso a mi guarida. Tal vez es bajar para volver a subir y llegar más alto. Tal vez me ayudó a crecer, tal vez estoy tratando de justificar lo injustificable, de salvar lo insalvable.

Llego a pasar una noche mal dormida y me despierto sintiéndome mal. ¿Qué señal más clara que esa necesito? Dolor de cabeza. Boca seca. Lengua hinchada. Dolor de panza. Irritabilidad excesiva, todo me molesta. Nada de esto me gusta. Un café me ayuda a luchar contra la goma y en ese momento me doy cuenta de lo que me hice a mí mismo. Me dediqué a autodestruirme. Voluntariamente ingerí veneno en grandes cantidades que compré yo mismo con el billete que me ha costado tanto ganarme. Hasta sentirme pésimo.  Todo engañado, engañándome a mí mismo hasta que mi cuerpo levanta el velo y me hace ver la realidad. Nada de lo que quiero saldrá de esas botellas, por más que los anuncios y demás lo hagan parecer. Lo único que tomar licor en exceso me da a mí es una goma tremenda. Una resaca espiritual. A ver si la próxima vez no tomo tanto. A ver si me libero del Samsara de las borracheras. A ver si hay Moksha. 

A vivir y soñar.

Pura Vida

Perseguido por un pez rabioso

Nusa Lembongan, Indonesia

Agarro la scooter y me voy a Mangrove Point, donde me dijeron que es bueno para hacer snorkel. Pregunto en un par de lugares y termino alquilando el equipo en el mismo lugar donde un par de días antes había alquilado un kayak con un remo hecho leña. Snorkel, patas de rana, un par de indicaciones y estoy listo. El plan es irme caminando playa arriba hasta ver las lanchas de turistas, nadar hasta ahí y dejarme llevar por la corriente, flotar sobre el arrecife y finalmente salir un poco más allá de donde alquilé el equipo.

La pata de rana me toca directo en el pedazo de dedo que me falta gracias a surfear arrecifes, el tubo del snorkel está peor que el remo, se le mete el agua por la válvula de escape y tengo que taparlo con una mano para poder respirar sin ahogarme, pero la máscara… La careta es temperada, me sella como si fuera hecha a la medida y no se empaña, es perfecta y es lo más importante.

Nado perpendicular a la playa ignorando el dolor en el jocote, atravieso el barreal inicial del manglar hasta que llego al arrecife.

Ahí me sorprende la belleza en colores y formas que nunca antes había visto. Peces de infinitos colores y formas completamente nuevas nadan en barracudas, ángeles, discos, y un pez con unos picos rarísimos que le salen de la cola hacia el frente.

En las profundidades hay lo que parecen ser astronautas. Me acerco y veo que son unos chinos que los bajan con cascos transparentes inmensos y les dan botellas llenas de bolitas para que alimenten a los peces. Voy y sorprendo a uno. Nada de gracia le hace…

Me agarro de una cuerda y siento la fuerza de la corriente revolotearme como bandera al viento.

Algo inmenso llama mi atención en el fondo. Es un gordo pez bastante redondo que me impresiona arrancando pedazos enteros de coral. Hasta escucho cuando los quiebra. Tiene cuatro “dientes” bien visibles y una fuerza tremenda. Sin pensarlo me sumerjo y nado para verlo más de cerca, acercándome por atrás hasta tener mi cara a unos escasos 30 centímetros de su cola. Me provoca muchas ganas de tocarlo, pero sé que no debería y en ese momento la bestia se percata de mi presencia. Me vuelve a ver con un infernal ojo de pescado que dice ““¿¡Usted que putas hace aquí!?” Claramente sorprendido por mi proximidad. Me parece que se va a ir, como lo haría cualquier pez según mi previa experiencia. ¡Pero no, solo se estaba dando la vuelta para arremeter contra mí su infernal embestida con esos cuatro dientes pelados! ¡Ahora el sorprendido soy yo! Se me viene encima con una velocidad tremenda, cerrándome los espacios a los lados con una agilidad que jamás podría igualar mientras me amenaza además de con los dientes con un pico que sube y baja en su espalda. Siento pánico. Inmediatamente me doy cuenta de que estoy siendo perseguido por un rabioso perro submarino y sé que si me doy la vuelta me va a morder, sin duda.

El gordo pez que con facilidad arrancaba el coral se ha convertido en un monstruo que ahora dirige sus fauces hacia mí…

Instintivamente invierto mi posición, pongo aletas hacia la fiera y pataleo con todas mis fuerzas, a la vez alejándome, protegiéndome, y tratando de crear una corriente que impida su avance, pero la esquiva ágilmente con movimientos laterales y cada vez se acerca más mientras yo trato de mantener las patas de rana frente a sus dientes, con una torpeza evidenciada por la agilidad de mi oponente.

Perseguidor y perseguido nos vamos en una diagonal hacia atrás y hacia arriba en la que busco la superficie y la paz. Me persigue lo que parece una eternidad, dejando muy lejos y abandonado su desayuno de coral. En plena persecución se dispara algo en mi memoria:

Estamos en un viejo barco de azul madera, con todo listo para bucear y Mossy nos explica que si nos persigue un “triggerfish” debemos nadar hacia los lados, porque su territorio llega en forma vertical hasta la superficie. Me parece muy gracioso que un pez chancho me trate de “perseguir,” los pequeños con los que me he encontrado hasta el momento normalmente huyen de mi curiosidad…

Nunca pensé que me toparía un monstruo tan macizo y tan feroz como el que ahora me aterrorizaba. Ya habíamos pasado el punto en que él se había establecido como amo y señor de su lote submarino y yo como el arrepentido invasor. Pero él, no contento con haberme expulsado de su territorio ahora me seguía por el aparente placer de aterrorizarme. Como un perro rabioso del infierno subacuático, hacía como que se iba a devolver y en el mínimo movimiento que yo fuera a darle la espalda arremetía contra mí en otra de sus embestidas a dientes pelados y blandiendo el pico en su espalda. Cuando ya parecía estar contento con su supremacía hizo un último par de fintas en las que se me aceleró el pulso al punto de pequeños infartos. Nadando hacia atrás me fui sin quitarle el ojo de encima a ese feroz animal hasta que al fin llegué a la paz de la superficie. Pude respirar.

Arrepentido y humillado fui enseñado por haber invadido el terreno de tal bestia.

Nunca pensé que un pez pudiera ser tan furioso…

 

Pa Bali

De Tailandia a Indonesia

Me levanto a las 5:25 am del sillón donde dormí lo que pude en la casa de Landon. Salgo en silencio a la oscuridad. Camino unos minutos agradecido que no está lloviendo y llego al lugar donde pasa el transfer para el aeropuerto.

Del otro lado de la calle hay un bosque oscuro con un trillo cuasi túnel que me llama. Lo trato de ignorar, pero me sigue llamando hasta que gravito a su interior.

Al entrar me doy cuenta que me llamaba para enseñarme algo. Todos los árboles tienen en su espalda un recipiente hecho de medio coco, en el cual gotea algo blanco de un corte diagonal en su corteza. Lo toco y se siente como hule. Nunca había estado en una de estas plantaciones/fábricas tan interesantes. De no haber cruzado la calle nunca lo hubiera sabido…

Pasa el transfer por mí y en el counter de check-in aprendo que vale la pena pagar por adelantado el equipaje. Me quieren hacer pagar $100 por el bulto, cuando el pasaje me costó $60. Después de mucho suplicar y sacar y sacar cosas pasándolas a mi equipaje de mano me escapo pagando apenas un tercio de la estafa.

En los vuelos me siento en la ventana y viendo nubes increíblemente algodonosas recuerdo lo que me encanta de volar.

Aterrizo en Bali y estoy viviendo el sueño una vez más. Hace nada que estábamos donde el Dave rompiendo todo tipo de barreras y hablábamos de lo realmente posible que sería pegarnos un surf trip a Indo, dándonos cuenta de que no estaba tan lejos como creíamos. Pero jamás me imaginé que estaba tan cerca.

No me sirve la tarjeta en los cajeros automáticos y a pesar de que sospecho que me la bloquearon los del banco intento como mil veces, arriesgándome a perderla por completo. Cambio unos cuantos dólares a Rupias Indonesias para sobrevivir. Más tarde, comiéndome una pizza, me doy cuenta de que eso era exactamente lo que pasaba, el banco me la había bloqueado y a pesar de que me afirmaban que ya estaba activa, nuevamente fue denegada por el cajero automático.

Camino por callejones buscando posada. Paro un momento a ver las olas a la luz de la luna, perfectas. Bajo incontables gradas hasta encontrar un lugar en medio acantilado. Madés.

Ahora estoy en mi habitación que no tiene baño, pero sí muchas hormigas rojas y un abanico a control remoto. Me encanta.

Una caminata inesperada

Volcán Batur, Indonesia 

Recién llegado al hostal todos me dicen que subieron el volcán y que debería de hacerlo. Yo que hoy me levanté temprano para ver el amanecer, pensaba dormir largo y tendido, y pasar metido en las aguas termales día y noche.

Pero…

Nunca me he arrepentido de ninguna escalada de volcán y si me quedo aquí no voy a poder dormir. Sumándole a eso que la gente acá es muy buena onda, es una forma de dar a la comunidad y es barato, pido los detalles y decido ir. Mañana nos veremos para el café o té y galletas a las tres y media de la mañana.

 

En lo que queda de la tarde me baño en las termales a ver el atardecer. Las montañas se ponen doradas y después negras. Salen las primeras estrellas. El lago duerme. El cielo está estrellado. Veo la Cruz del Sur. Pasa un satélite.

Me voy al dormitorio a editar una historia y termino tarde. Los vecinos de colchones en el suelo me dicen que ellos también van al volcán. Al final, paso casi toda la noche dando vueltas y viendo el reloj. No puedo dormir de la emoción y de la ansiedad de no dormir. La ironía… Justo cuando me invade el cansancio veo que quedan 5 minutos y me levanto de una vez.

Me tomo dos cafés y me aturugo un montón de queques balineses mientras espero al guía.

Llega, flaco, joven y sonriente. Empezamos a caminar por las suaves calles de tierra mezclada con ceniza.

Me dice que encienda el foco.

Pasamos por templos y bosques, llevándola suave, descansando mientras caminamos.

Mi guía es super tuanis y me dice que tiene tres mamás y un montón de hermanos. Tres mamás porque el papá es un playboy y muy guapo, pero que él es feo. Que los dioses dirán si se casará con una japonesa u otra extranjera.

Eucaliptos, pinos, y unos arbustos con un nombre cuyo hechizo hace imposible recordar.

Susurra el viento.

Sombrillas balinesas en un bosque encantado.

Arriba está frío, friísimo, y yo solo tengo una camisa de manga larga y el poncho…

Falta como hora y media para que amanezca.

Es increíble estar aquí en la cima del Volcán Batur.

Hay un montón de gente y el frío los apuña.

Me refugio en uno de los “mercados” que realmente es un techo de zinc con un par de paredes de plástico y me pasan un café hirviendo, que delicia.

La otra gente del hostal tiene el alimento y no han llegado. Me pongo a tocar armónica para calentarme. Funciona!

Me voy comiendo todos los huevos duros de la gente que no los quiere.

Antes de que amanezca me asomo y ya está aclarando. Estamos sobre las nubes y me invade esa sensación de cima. Volcanes y montañas. El viento congelado cala los huesos y congela la cara.

Las nubes deciden que es hora y empiezan a escalar. Espesas y a ras de tierra. Una manta blanca que sube y cubre todo a su paso. Un volcán que se cobija y quiere seguir durmiendo. Pasan entre nosotros. Todo se pone blanco. Despeja y se ven las cimas de otras montañas y volcanes y un poco del lago. La luna es un filo delgado y hermoso que veo con los binoculares. El sol entre las nubes parece una luna llena. Blanquititico.

Me como mi desayuno de sánguche de huevo duro, huevo duro, y sánguches de banano. Calientito y sabroso y acompañado con otro café.

 

Caminamos por el filo del borde del cráter. Cuentan de explosiones en 1960 y en el 2000. Dicen que los animales bajaron 2 días antes.

Nos calentamos en las fumarolas.

Monos.

Bajamos hacia el borde interior, monos y turistas.

Viejos monos bigotudos viven en el volcán, juegan con los turistas y comen huevo duro.

Suena hermoso el canto de los pájaros con el eco en los acantilados del cráter.

Fumarola que baña eternamente a un pino.

Guía me dice que «chill», que me siente y disfrute el lugar.

Nos sentamos en un pastizal y me dice que tiene que volver a escuchar la armónica. Se pone todo feliz y aplaude a la música. Aullamos como lobos y gritamos para el eco. Me dice que grite “look at the sun” y lo complazco. Se muere de risa dejandose caer sobre el pasto.

Foto con la placa del volcán.

Lava roja y negra.

Bajamos y vemos el verde brillante de los pinos entre el rubio zacatal de alta montaña. La mágica luz de un nuevo día.

Entramos al bosque de eucaliptos, pinos y arbustos abajo. Suenan otro tipo de pájaros y vemos una culebra en el sendero.

Los árboles en paz.

Templos místicos con todo tipo de decoraciones que se usan solo dos veces al año son ermitaños del bosque.

Hablamos del karma y las reencarnaciones y un poco de todo.

Celebramos la vida y la naturaleza.

 

 

En casa, del otro lado del mundo

Nusa Lembongán, Indonesia

Pasa un anciano cargando un gallo. Hay fotos de la familia por todo lado, surfeando, posando con la torre Eiffel y tirando shakas con surfos famosos. Ganando la lucha contra las fotos están premios de torneos de surf y cheques gigantes, en todas las paredes. “Campeón del circuito de surf de Indonesia, Categoría Open,” “Segundo Lugar, Oakley Bloc Challenge,” “Tercer Lugar, Bali Pro”… Premios en millones de rupias. Toda la familia viste Ripcurl de pies a cabeza.

Hablo con el patriarca y su hija y logro comunicarles que busco conseguir un papalote. Finalmente llego a su nombre en indonesio, es un “layangán”, o por lo menos así suena. Me dicen que puedo conseguir uno en la calle principal y me señalan el camino. “Layangán.” Me voy antes de que se me olvide.

Preselecciono uno entre un montón, apenas conteniéndome para no comprar una inmensa tortuga voladora. Mientras me termino de decidir me como un Nasi Goreng (arroz frito) con mariscos del otro lado de la calle. En lo que preparan el almuerzo voy a la tienda de al lado me compro un banano gigante que en Costa Rica solo podría ser un plátano, pero aquí existen bananos de ese tamaño. Termino de almorzar y escojo un papalote de los baratos, pero no el más barato. Uno que me aguante un par de estrelladas. Papalote, hilo marca Gato Negro “para uso profesional”, y una coca pequeña de plástico para usar como carrete. Listo para volar.

Voy a la playa y un niño llamado Teddy me ayuda a terminarlo de armar y elevarlo, pero el Gato Negro es corto y yo quiero volar más alto. Lo dejo fascinado volando el papalote mientras voy  a la tienda. En el camino decido comprar otro y regalarle a Teddy el amarillo. Me compro uno rojo con dragones y un par de carretes de hilo de coser.

Cuando llego está con un amigo que se me olvido el nombre. Se tratan de pelear por el papalote, pero les digo que compartan y jueguen los dos.

Al cielo los dragones con el nuevo hilo. Según mis pruebas en la tienda este se revienta fácil, pero era el más largo que había. Lo vuelo con mucho tacto, para que no se rompa, sintiendo la tensión en la yema de los dedos y dando hilo para amortiguar la fuerza de las ráfagas en las alturas. Me olvido de la técnica del jalonazo.

El viento es constante y es fácil ponerlos a volar. Los niños juegan con el amarillo y yo con el rojo, sentado en la arena seca para ver el precioso atardecer. Después de un rato lo vuelo acostado, por el dolor de nuca.

Revolotea a través de la penumbra hacia la oscuridad de la noche. Surca entre luna y estrellas mientras pasa un satélite dándole vueltas a La Tierra.

Me regreso caminando por la playa, paseándolo como a un perro que vuela por los cielos.

En la casa los geckos caminan por el techo del cuarto, patrullando patas parriba alrededor del bombillo cazando mosquitos. Hay dos abanicos, regleta, varios enchufes, una tele que no voy a usar, un excusado que jala bien, almohadas suaves, cobijas suficientes, alfombritas para entrar al cuarto y salir del baño y la luz alumbra suficiente para leer.

Afuera hay sillas y mesas, tendederos para poner a secar la ropa y una cocina adecuadamente equipada. Hay de todo, porque es una casa con habitantes permanentes.

Es el polo opuesto de algunos hoteles baratos, donde nadie se ha tomado la molestia de vivir en la habitación ni un día entero. De haberlo hecho se hubieran dado cuenta que los bombillos ahorradores que usan obligan a usar la linterna para poder ver algo en la noche, las sillas son insufribles, el escusado hay que jalarlo mil veces, el chorro de la ducha cae directo sobre el papel higiénico, el lavamanos gotea transformando el baño en un barreal que no tarda en invadir el resto de la habitación y que almohadas son inutilizables para cualquiera que pretenda poder mover el cuello al día siguiente.

Ah, las bellezas de hospedarse en una casa. Conseguir el desatornillador para arreglar la harmónica. Aceite para la cuchilla. Jabón y esponja para lavar la taza de café. Poder hervir agua para hacer café. Tener una tabla para cortar jengibre. Gozar de una cómoda para poner las cosas. Un perro para acariciar. Compartir con la familia. Gatos en el cielorraso…

Salgo un momento frente al mar para ver la luna creciente siguiendo al sol alrededor del mundo.

Cuando vuelvo, me lo encuentro.

Está viendo y acariciando la cuchilla que me prestó Beto. Esa fue la primera vez que me apareció. El Abuelo Silencio. Moreno de pescar toda la vida y con los ojos entre café y amarillo de agua de mar. A las nueve de la noche viste solo su sarong. Tiene una gran cicatriz café en la panza. Su pelo es blanco alrededor del viejo coco de su cabeza. Un aire de misterio lo rodea. Le sonrío, le hablo, y le hago gestos, pero nada. Solo se me queda viendo a los ojos fijamente y me da un poco de miedo. Decido romper el hechizo de sus ojos mientras puedo y sigo a la cocina donde tengo al fuego un té de jengibre. Cuando salgo ya no está y me siento a escribir.

Algo se mueve entre las matas…

Sale el susodicho y se me queda viendo un rato mientras escribo. Cometo el error de volverlo a ver y me atrapa otra vez con su mirada. Se me queda viendo a los ojos y no habla ni cambia su expresión. Mueve una mano mecánicamente como jalando cuerda, pescando en el inconsciente. Yo le hablo en inglés y lo poco que sé de Indonés y Balinés, pero no recibo ningún tipo de reacción.

Aumenta la tensión.

Su mirada se profundiza.

Silencio.

Siento que me está viendo el alma.

Creo que me odia.

Se da media vuelta y se va, caminando lento, como un fantasma en chancletas y justo antes de desaparecer me vuelve a ver y recibo un pequeño asentimiento con la cabeza, mientras se va casa adentro, a dormir, o a asustar otra gente, yo que sé…

Ladran los perros anunciando la llegada de los jóvenes que vuelven de la pesca nocturna, con cigarrillos en la boca y menos palabras que pescados, y pescados no vi ni uno.

Ladran los perros. Ladran por cualquier cosa y siguen ladrando por placer. Ahora sí que me siento en casa.

Buenas noches, desde el otro lado del mundo.

Tubo en Padang Padang, sueño realidad

Bali, Indonesia

Después de la surfeada de la mañana ando un poco decepcionado de mí mismo, por no atreverme a meterme en el tubo. El miedo me domina. Hasta empiezo a dudar si de verdad me gusta surfear. Todo está a punto de desmoronarse. Entretengo el pensamiento de dejar de surfear y de escalar y dejar de hacer cualquier cosa de esa naturaleza. La mente quiere destruirme.

Veo de nuevo el grafiti que dice “On the other side of fear lies FREEDOM.” En español: «Del otro lado del miedo yace la LIBERTAD.» Libertad. Palabra, idea o concepto que he tenido muy presente últimamente. 

En la tarde agarro la tabla y voy al mar con Raúl el canario. Decidimos surfear en Padang Padang en vez de Impossibles. La ola es una izquierda perfecta que rompe sobre el arrecife en una punta de piedras. Llegamos y no hay mucha gente, unas 10 personas tal vez. Me meto al borde del grupo, queriendo ver las olas. Espero pacientemente mi oportunidad.

El mar parece un lago.

Se escuchan chiflidos y veo las líneas en el horizonte. Se acelera el pulso. Líneas que se acercan y se levantan como enormes paredes con una sola salida, a la izquierda. La ola se vuelca sobre el arrecife formando un tubo grande y abierto, perfecto.

De repente estoy en el puro pico y la perfección me visita. Remo con todas mis fuerzas metiendo los brazos profundo en el agua porque sé que esta ola se vuelca rápido. Es como montarse en un tren que va a toda velocidad. Siento un empujón y me levanto de un brinco poniendo la tabla bajo mis pies. Veo un par de metros de vacío abajo mío. De alguna forma evito irme de cabeza y bajo manteniendo una línea de fe. La ola corre y crece frente a mí, cada vez más rápida y más hueca, queriendo devorarme. Cuando voy pasando frente al fotógrafo todo me dice que la ola es perfecta y meto la mano en la pared, bajando un poco la velocidad. Escucho y siento el tubo justo atrás, encima, y veo pasar la cortina de verde translucido frente a mí. Estoy dentro del tubo. Una visión increíble. Éxtasis. Euforia. El instante que me pongo a pensar dejo de fluir y me revuelca, pero me metí en un tubo, y en un monstruo de tubo porque casi ni me agaché, perfecto.

Ese tubo le dio muerte a todos los miedos y en las olas subsecuentes me tiro desde lo más profundo, metiéndome en unas cavernas tremendas (incluyendo una espumosa particularmente oscura), sin salir de ninguna, pero ya crucé, llegué a la libertad del otro lado del miedo, soy libre!