Una noche más

Guayaquil, Ecuador

Toco armónica en las calles de Guayaquil, en el centro. Pero podría estar tocando en cualquier ciudad, podría ser Los Ángeles…

La gente camina rápido y la lluvia empieza de nuevo. Las lluvias torrenciales de la tarde salieron en las noticias, todo se inundó, ahora es solo una llovizna… La gente pasa más cerca de mí, algunos se detienen y otros hasta se devuelven para escuchar un poco más y acolitar con una moneda. Otra muchacha para y me deja un billete de a dólar en la gorra. Se agacha y lo pone cuidadosamente, delicadamente, como si fuese un huevo de gallina. Al pasar unos sonríen y otros bailan al son de este blues mochilero, algunos sin darse cuenta. Le doy todas las recomendaciones a un joven vendedor ambulante que quiere saber todo sobre el instrumento. Niños vienen con una moneda, la dejan dentro de la gorra y salen corriendo entre risas para alcanzar a sus padres. Una abuelita para y tira una moneda con sorprendente puntería sin tener que agacharse. Cada vez pasa menos gente, algunos, o mejor dicho muchos, llevan pizzas para sus casas, para sus familias supongo (a menos que coman pizza como yo).

Ya casi no hay gente y la poca que hay empieza a verse más como del tipo que quita monedas que el que las da. Un individuo de intenciones inciertas merodea a mis alrededores y me hace pensar que en caso de ser necesario lo mejor sería apuñalarlo con el llavero del hostal/hotel/motel antes que con la armónica… Decide quitarse un par de camisas y sentarse a mi lado, contra la cortina de hierro de la tienda que aparentemente solo abre de día. Pero él no se ha terminado de sentar y yo ya tengo la plata en la bolsa, la gorra en la cabeza, la armónica en el estuche y mis pies a 5 pasos de donde estaba sentado, y lo estoy volviendo a ver mientras cruzo la calle. En estos casos siempre confió en mi instinto de supervivencia y tenía una mala espina, ya era hora de irme.

Al caminar hacia el hostal/hotel/motel le pregunto a un motociclista para ver si de verdad estoy caminando hacia donde es y me dice que sí, voy bien.

Los postes de luz parecen de otra época y su suave luz amarilla le da un efecto mágico a las gotas de lluvia que caen desde las tinieblas. Escucho algo que me sigue en la oscuridad, pero me vuelvo y no veo a nadie. Apresuro el paso y logro llegar antes que me alcancen los peligros de esta noche. Porque no todas las noches son iguales, ni lo son sus peligros.

Mientras no me salga el poltergeist que casi me mata de un infarto ayer cuando se prendió la tele a todo volumen, creo que estaré bien. Cuento el oro sobre la cama, es suficiente para un par de comidas…

Un poco de música

Baños de Agua Santa, Ecuador

Me dejaron tocar en lugares donde rechazaron a una pareja de músicas argentas. Voy aprendiendo en este mundo. La reventé. Los dueños de los restaurantes bailaron al son de mi Big River. Llovieron aplausos. Un niño solicitó «otra!» y yo hice sonar la armónica una vez más para él. Convencí al último grupo de darme una oportunidad diciéndoles que se atrevieran a escuchar algo nuevo, algo diferente, algo loco…

Fue ahí donde nació el Show de la Armónica Loca. Les encantó! Mucha razón tenía mi viejo amigo Billy Hamilton cuando me decía: «It’s not the playing dude, it’s the performance!» Haciendo referencia al Floor Slapper, un músico en Gringolandia que prácticamente no tocaba nada, pero que tocaba con alma y corazón, y de rodillas se volvía loco y golpeaba el piso, haciendo así tremendo billete. Yo trato de hacer un poco de los dos, playing y performance. Ojalá siga así, porque estoy disfrutando caleta!

Estoy muy contento, acabo de volver al hostal, son las 10 pm del último día de carnaval. Esta noche el Show de la Armónica Loca rompió su propio récord de taquilla. Un Michael Jordán de dólares en poco menos de una hora! Suficiente para unos tres días. No sé cuanto era el antiguo récord pero estoy seguro que era menos, jaja. Yo que hoy en la tarde pensaba que que dichoso Alex, el ruso, quien se gana $30 en una hora haciendo masajes. Bueno, pues hoy le anduve cerca a esa marca y gracias a la música. Pensar que casi casi no salgo a tocar por la pereza. Vale la pena salir a dar una vuelta a ver como está la jugada, porque como dice Kauffmann: «Siempre hay sorpresas.»

Hoy había muchos «músicos» en la calle. Parece que como los zopilotes que somos no pudimos resistir el olor de la carne podrida de la última noche del carnaval… Entretener a las masas con un poco de música y baile y carisma. Ganarnos esos pesos, ese tesoro con el que podemos mantener viva la ilusión de seguir recorriendo el mundo eternamente. El sueño del viajero se alimenta de noches como esta. 

Las mujeres de Calixto

Mompiche, Ecuador

Abordo del Bori I

«Usted se marea?» Me pregunta Calixto, y sé que la verdad la busca en mi cara y no en las palabras que salen de mi boca mientras le digo que no, y que en todo caso no se preocupe por mí, que quiero ir para ayudarlo, no atrasarlo… Se ríe y vamos a un rancho por el combustible, llenamos dos pichingas amarillas con tapa roja. No sé adonde vamos ni cuanto vamos a durar. Llevamos una cada uno a la panga y después subo a devolver las pichingas.

Me subo al Bori I y  Calixto me dice donde sentarme, a su izquierda, él va de pie , salimos con los 40 caballos hacia el horizonte donde ya se esta acostando el sol. No muchos aquí salen estos días por la jaiba morada. «Corta las redes y es como pasarse unas tijeras por las manos.» 

Al frente de Portete pasamos otros pescadores y hay un breve intercambio de información indecifrable, por lo menos para mí. Está meneado el mar. Vamos hacia las profundidades, buscando evitar la jaiba morada. 

Calixto se empieza a soltar y me cuenta de sus conquistas y derrotas en el mundo de las mujeres.  Me cuenta como agarró a la primera poniendole los cachos volviendo temprano a la casa.

Mar adentro paramos y sondea, estamos a 9 brazas de profundidad. Una braza es lo que mida el pescador con los brazos abiertos, 1.65 m, según él. Tiramos al agua el borracho o bandera y 13 redes juntas, yo tengo que irle pasando la red y ver que no se enrede, o Calixto se enoja conmigo, esta parte es en serio. Buscamos camarón. Vamos a dejarlas solo como media hora para ojalá no agarrar muchas jaibas moradas. Apaga el motor y quedamos a la deriva, por ahora…

Comparte conmigo unos dulces de tutti frutti mientras oscurece. Me cuenta que las serranas son 99% fieles, y las costeñas 99% infieles. Por eso él ahora tiene una señora en la sierra.

Le pregunto si puedo orinar y me dice que claro. Nada como echar orines en altamar! Balanceándome sobre la delgada línea que divide no caerse y orinar dentro del barco. Ya está totalmente oscuro y el capitán del Bori enciende la luz que parpadea verde y rojo.

Me cuenta de una novia aniñada que tenía en la costa. Rubia, «bien aquí arriba, bien aquí abajo y tallada la vagina»  trabajaba de cajera en un banco, pero fiel a sus porcentajes, era infiel y tenía un gringo que la iba a ver de vez en cuando.

Me cuenta de cuando los piratas le quitaron su barco y lo dejaron a la deriva y sin motor en otra lancha peor con otras víctimas, a tener que remar con un palo hasta encontrar otros pescadores que los rescataran. «Un muerto y tres heridos dejaron los piratas ese día.» Una negra lindísima y muy caliente «y sin ser parida» pero esta le dejó claro que solo quería disfrutar y no le interesaba tener familia.

Empezamos a sacar las redes y las primeras 5 brazas se me hacen eternas ante la luz de la linterna de la cabeza de Calixto, eternas y gigantes porque vienen vacías. Sé que si no sacamos nada yo podría ser el visto como el reponsable de la buena o mala fortuna.

«Esto es lo que andamos buscando!» me dice Calixto mientras sostiene un camarón del tamaño de un banano, lo tira con lo bueno. (Yo no sé donde terminan estos camarones, pero nunca he visto uno de ese tamaño en el plato de ningún restaurante.)

Siguen saliendo buenos camarones y le pregunto si vamos bien? Con cuidado no cantar los pollos antes de que nazcan, pescar es mucho de suerte y no hay que jalarle el rabo a la ternera. Igualmente Calixto me da una mirada feroz y me explica que uno no debe decir «Hoy en la noche me voy a comer esta hembra. Porque después no pasa nada y como queda usted? Mejor usted se queda calladito, come tranquilo y ya si quiere al día siguiente habla todo lo que quiera.»

Sale la primera jaiba morada, la revienta contra el borde del barco. Sale un cangrejo lleno de picos que es como la jaiba morada pero mas fuerte y más duro. Sale un loco. Sale un lengüado, la primera vez que veo este monstruo marino aparentemente a mitad de su evolución, con los dos ojos del mismo lado pero la boca todavía de lado. Tiramos de vuelta una anguila. Una medusa, «Esto es aguamala, los chinos la compran» la tira al piso del barco, donde brincan peces y camarones atrapados en la red. Sale un poco de todo, pero bastantes camarones, y después de sacar la última red declara que nos fue bien.

En el regreso a la costa atravesamos una tormenta en la que Calixto estrena su nueva capa y yo me empapo. Me cuenta de otra señora ya mayor que quería con él, pero tenía marido.

Yo pensé que iba a aprender mayormente de la pesca, pero Calixto tiene mucho que contar, y cosas que le gustan más, como las mujeres. Cualquier cosa que le pregunto me responde con mujeres. Llegamos a la playa y me deja con la tarea de empujar la lancha en la arena mientras va a hacer una vuelta. Llega con su hijo y empiezan a sacar los camarones y tirarlos en un balde blanco a mis pies. La tormenta llega a la costa y me empieza a dar frío. Un camarón cae afuera y rápidamente  lo recojo y lo tiro adentro del balde.

A las jaibas moradas y los cangrejos les arrancan los brazos y después los revientan contra el borde del la lancha, para que no sufran, seguro… Siguen sacando camarones.

«Puedo tratar de sacar uno?» 

«Primero vea, y después aprende»

Al terminar me regala los pescados, incluido el lenguado. Estos los comería con la gran compañia del Fauno y Corazón de León pocas horas déspues. Me cuenta que esta noche duerme el el San Marino. 

«Si quiere venga mañana… «

Le agradezco y nos despedimos.

Me doy cuenta que el San Marino es el mar.

Buenas noches Calixto.