Rompiendo la superficie del agua hay un ojo que ve medio mundo mientras espera. Un cocodrilo tuerto que ha visto tantas migraciones, que ha comido tantos Ñus… Pagó un alto precio africano cuando un inmenso macho que saltó al agua le destrozó su otro ojo con su afilada pezuña, veinte migraciones atrás. Desde entonces espera un poco más lejos de la orilla, cauteloso.
La espera se hace eterna, como todos los años, y no hay señal alguna de los Ñus. Pero sabe que vendrán, tiene demasiada experiencia como para desesperarse. Aguarda mientras los otros se enfurecen y se pelean por el mejor territorio, todos queriendo estar en el mismo lugar, en “el paso”, el mismo de siempre.
El tuerto sabe que cuando vengan será una bonanza, sobrepasando sin mesura lo que pudiera comer hasta el más glotón de todos. Espera paciente al borde del grupo, distante pero presente. Espera y espera con su ojo fijo y vigilante, ignorando una turbulencia apenas perceptible en el agua. Un joven lo empuja, nadando rápidamente río abajo, sin respeto a sus mayores.
Cuando se da vuelta para ver al insolente su sorpresa es inimaginable.
¡Los Ñus han roto todas las leyes de la naturaleza y cruzaban todo este tiempo por su lado ciego!
Se impulsa con su poderosa cola y se dirige hacia el manjar tanto esperado, habiendo aprendido a no dejar el ojo demasiado pegado…