Caminando por la playa al anochecer 

Escondo mis chanclas en el churristate y me voy a caminar, descalzo y despreocupado. Un constante viento con ocasional llovizna enfría todo lo que toca, excepto el mar. Cuando una ola me llega a los pies me sorprende lo calientita que se siente el agua, que delicia…

Sigo caminando y encuentro un pedazo de concha quebrada y su lado de adentro es el más liso que he sentido en mi vida. Exploro la arena y encuentro todo tipo de tesoros en conchas y piedras.

No dejan de sorprenderme con sus espirales perfectas. Espirales. Espirales. Espirales. Una a una las voy dejando caer de nuevo en la arena hasta que quedo solo, solo con los recuerdos… 

24/5/19

Duermo hasta casi las 7 de la mañana y todo está gris y lluvioso. Los pericos de barbilla anaranjada todos están haciendo un escándalo y comiendo mango, desde las alturas caen pedacitos que parecen pequeñas flores amarillas. La tormenta de anoche se quiso llevar la palangana verde que uso para recolectar agua de lluvia, pero al final decidió dejarla tirada como a veinte metros de donde estaba. Antier había apagado la nevera en la tarde por escasez de gas, pero no pude arriesgarme a que se pusiera mala la tocineta y que un chancho muriera en vano, entonces la volví a prender un rato y ya en la tarde la apagué de verdad y me comí unos deliciosos sánguches de tocineta con muchísima mantequilla. ¡Qué bendición, tener que terminarme la tocineta y la mantequilla! En este caso era para que no se pusieran malas por el calor, pero probablemente aplica para la vida. Disfrutemos mientras esté en lo más y mejor. ¡Vivamos mientras se pueda!

Final del primer log, “diarios del carro casa”

 

Huellas

Hoy vi al jinete solitario pasar bajo el gris de la mañana.

Siempre veía las huellas de su bestia, pero en dos semanas nunca lo había visto pasar. Algo así como las huellas de los caricacos gigantes…

Todo está cambiando.

Poco después de su paso por la playa hacia el sur pasó un perro, su fiel compañero, que había quedado rezagado ante una pequeña jauría que lo detuvo al borde del agua para cuestionarlo o saludarlo, pero rápidamente corrió para alcanzar al jinete, ahora no tan solitario, y completar el trío lleno de brío.

Un té

Lleno la olla metálica con agua y la pongo sobre el fuego bajo. Le coloco la tapa para que no se escape el calor. Voy por la caja de tés especiales y busco entre la selección algo muy especial, algo único; el té para este momento. Ese que es imposible saber de antemano pero que se sabe sin duda al reconocerlo. Solo me doy cuenta de cuál es cuando ya lo tengo en la mano. Abro con cuidado el tarrito y saco una cucharada que vierto dentro de la jaula del té sin que caiga nada afuera y la cierro bien. Preparo las tazas y apago el fuego, el agua acaba de hervir. Espero un poco, pongo el té en la olla y comienza la infusión; la magia en la que las hierbas le cuentan al agua sus secretos . Vuelvo a poner la tapa y lo que ocurre adentro es un misterio.

Alisto las tazas y cuando llega el momento levanto la tapa y destapo no solo una olla sino que libero una nube hechizada con un aroma que despierta la alegría del alma. Sonriendo lo vierto en las tazas y de una vez dejo preparando una infusión en frío bajo la luz de la luna.

Me retiro al aposento bien acompañado y con un viejo libro en mi mano tomo el primer sorbo de té. Me llega directo al corazón que me dice que todo está bien, la vida es buena y está llena de pequeños milagros, y gigantes también…

 

2018’2019

Pasó un año más, completo, se acabó. Lo que hicimos cada día, momento a momento, llegó a ser todo, y lo que no hicimos, nada. Ahora llegó y pasó el momento colectivo de soltar todo lo que fue este año para poder empezar el 2019 con la pizarra en blanco. No importa qué hicimos o no en el 2018, el 2019 es un nuevo año y en sus inicios es palpable la infinidad de posibilidades que ofrece. Es un buen momento para fluir con esta energía, con este movimiento de la comunidad humana que junta se desprende (o lo intenta) del pasado y por aunque sea un instante vuelve a creer que todo es posible en este nuevo año.

Me doy cuenta que lo que hice día a día llegó a ser el año, y que no es diferente lo que uno hace en el año de lo que uno hace en el día a día. Si no lo hice en mi día a día, en el año tampoco pasó. El año es un concepto de la mente en el que se “acumulan” 365 días y se le llama el año, es simplemente un recuerdo, una recopilación de memorias. Es parar un momento para ver hacia atrás, a lo que fue y nunca volverá a ser.

Solo podemos actuar en el presente, y lo que hacemos ahora es lo que vamos guardando en el saco del año para poder sacarlo al final y ver qué hicimos. Por eso creo que las “metas” de año nuevo, deben ser metas de día a día, porque aunque hay cosas que no se pueden hacer todas en un día, todo lo que se hace en el año, se hace algún día.

Por un 2019, presentes, día a día, momento a momento.

Pura vida!

El demonio de la vagabundería

La vagabundería y el confort, el confort y la vagabundería. Tremendos demonios que me alejan de mis sueños y del crecimiento. Sabandijas que me convencen de no hacer nada cuando podría hacer de todo. Terriblemente persuasivos. Entran por cualquier hendija y se esconden en cualquier rincón.

Inicialmente parecen inofensivos, pero terminan devorando vida y sueños. Se meten un día de lluvia o un día de sol, en el éxito o el fracaso. No perdonan un momento de duda. Hacen que cualquier cosa se vuelva una buena razón para no hacerlo hoy, “porque estoy muy cansado, no tengo tiempo, no voy a poder, alguien lo puede hacer mejor, hoy ya hice mucho…” y un día se transforma en años.

Lo bueno es que de tanto dejarme convencer me he dado cuenta de que son embusteros que prometen todo y no dan nada. Que lo que me venden como un delicioso día de descanso es algo que nunca puedo disfrutar sabiendo que quisiera estar haciendo otra cosa pero me dejé convencer, porque esto es más “fácil”. Pero solo parece más fácil, y ahí está la trampa revelada. Me hacen pensar que hacer será difícil, pero termina siendo mil veces más difícil quedarme sentado viendo mis sueños a la distancia cuando podría estar caminando hacia ellos. Saber en el fondo que nada ni nadie más que yo mismo me está deteniendo. Por eso es que creo que el valiente héroe que puede abatir a estos demonios es la acción.

Aunque sea poco a poco, pero voy a caminar cada día hacia mis sueños, voy a hacer en vez de solo ver.

Además me he percatado de que con solo empezar todo cambia. Esa acción, ese primer paso, es el momento en el que el sueño cobra vida y comienza a hacerse realidad. Me dedico a seguir haciendo cada día, luchando y venciendo al demonio del confort y la vagabundería. Ese paso a paso se transforma en caminar los sueños, vivirlos, disfrutarlos. Porque al final, quién quiere un sueño que se cumpla de una sola vez y se acabó, cuando se puede vivirlo día a día, momento a momento, saboreando cada instante.

Quiero hacer lo que quiero, porque me gusta, en vez de no hacer porque me da pereza dejar el confort o por miedo al fracaso. Fracaso es no intentarlo, no vivirlo. Porque cualquiera lo hace mejor que quien no lo hace del todo. Yo quiero vivir, elijo vivir, ya, hoy, ahora. Siempre.

¡Qué rico vivir nuestros sueños, disfrutar nuestra vida, por decisión!

El camino

Brilla el sol y todo es alegría. Los cantos de las aves y el profundo rugir de los congos llenan el aire de celebración. Verde todo alrededor, la jungla celebra la vida.

Camino despacio por el sendero de piedras de río y me detengo un momento para apreciar el momento, para vivir el camino sin dejar mi mente adelantarse a mi cuerpo. Ella quiere olvidarse del camino y solo piensa en el destino.

¿Cuantas veces me pierdo la caminada al Yoga Shala, a las olas, a la catarata?

No sé, pero esta vez estoy presente, y el camino es hermoso y nunca me había dado cuenta.

El camino es parte del destino. Ya estamos viviéndolo, pero nuestra obsesión con metas concretas no nos permite verlo, queriendo definirlo todo en un solo momento cuantificable y reduciéndolo a un papel, una foto, un billete…

No hay divisiones entre donde empieza una cosa y termina otra. El camino a la surfeada es parte de la surfeada así como el primer paso hacia un sueño es parte del mismo. Inventamos tantas divisiones, límites y etiquetas que no nos damos cuenta que tal vez no hay principio ni final, que todo es parte de lo mismo y que fluye constantemente.

Una ranita negra con verde brinca entre las hojas.

Cada paso que doy las redondas rocas me masajean la planta de los pies.

Un inmenso árbol de tronco claro se regocija en la luz de la tarde y en sus hojas se funden el verde y el dorado en un baile de luz al que se une una pareja de lapas rojas con una explosión de rojo, amarillo y azul entre carcajadas de color.

Llego a la playa y las piedras son perfectas, y las olas también.

Disfruto la remada.

Disfruto la surfeada.

Regalando sonrisas, disfruto el sol, la vida.

Pura vida

Simplemente disfrutar

A veces uno sale para ver la luna nacer en el horizonte y se encuentra una tormenta eléctrica amurallando todo alrededor. Nubes negras sobre la tinta del mar disparan rayos cuyos retumbos llegan rodando como el rugido de un inmenso jaguar.

Una estrella de luz verde bajo la tempestad, un pequeño bote en altamar.

Por un momento me alegro de estar viendo esto desde la playa, feliz de estar en tierra firme y deseándole lo mejor a los navegantes. Otra parte de mí, o tal vez la misma, siente el llamado a la aventura del mar, recordando tantas leyendas, cuentos y tormentas.

Veo a mi alrededor como los seres de la noche se apoderan de la oscuridad y me doy cuenta de que la aventura ya empezó. Es aquí, es ahora, es esto. Son las pesadas primeras gotas de lluvia. Es el relámpago que me quema en la retina la silueta de la última palmera solitaria en la punta de piedras.

El trueno ensordecedor me traspasa, retumbando todo en derredor y luego desaparece en medio de un profundo silencio como si se lo hubiese tragado la misma oscuridad…

Cambio de perspectiva

Hoy fui al mar varias veces y no logré lo que quería, pero aprendí algo mucho más valioso.

Tabla en mano y bloqueador puesto, iba listo para surfear, pero no me tocaba. Las condiciones no eran favorables, casi no había olas, mucha gente y demasiado viento. El mar me recetó en vez una clase de yoga para el alma y la sonrisa en mi corazón no me dejó duda, lo necesitaba más que surfear.

En la tarde regresé a la orilla pero había todavía menos olas y más gente. Esta vez el mar me sugirió trepar un árbol y desde el tope del viejo almendro de playa me deleité con una vista espectacular del horizonte. Una vista de águila de los mil colores del mar…

…Sopla el viento y me balanceo en el cucurucho que se mece bailando entre cielo y tierra. Me tambaleo por un momento en la mente y riéndome vuelvo al corazón.

Tal vez no todos los días se puede surfear, pero siempre se puede disfrutar.

Es lo que es

Aceptar lo que es, en paz. Vivirlo. Serlo.

Estar presente hace que casi cualquier cosa sea lo máximo. ¿Por qué? Porque es lo único que hay. No se puede comparar con lo que no es aquí ahora. Como dice el Tantra: “Lo que está aquí ahora, está en todas partes. Lo que no está aquí ahora, no está en ninguna parte.”

Aquí y ahora es todo lo que hay, es todo lo que es. Poco sirve dejar a la mente comparar con cosas que no están aquí ahora. Poco sirve desear que no estuviera lloviendo si está lloviendo. Es perderse la verdadera belleza de la lluvia y cambiarla por una falsa ilusión de sol. Es escapar del presente y adentrarse en el turbulento mundo de la mente, que parece nunca estar satisfecha. Es separarse de la verdad.

Un mae me preguntó cuándo me vio dándole vueltas al globo terráqueo que si estaba buscando mi hogar y que si era “¿Muy lejos?” Yo le contesté que “Nada está lejos de aquí y ahora, y eso es todo lo que hay.” Así me parece en este momento.

Otra, una chica, me dijo después de una clase de yoga que no estuvo presente porque estaba deseando o pensando en hacer otras cosas…

La mente nunca quiere estar en el presente, porque ahí no puede existir. No se puede tener un pensamiento sobre el presente momento, porque ya pasó.

En algún momento esta chica estaba haciendo otra cosa en otro lugar, deseando estar en la clase de yoga. Pero una vez ahí, la mente quiso otra cosa y la chica, se lo perdió todo.

El mono loco de la mente busca, proyecta y espera, pero nunca se conforma con el presente, ni obteniendo lo que siempre quiso, porque ahora no es lo que quiere. Quiere algo diferente.

Lo que quiso nunca es lo que quiere.

Suelte la mente, disfrute el presente.