Miedos

¿Cuántos demonios tenemos escondidos?

Tapados con el velo de mil excusas…

Despedazándonos desde adentro.

¿Cuántos miedos ocultamos bajo la alfombra?

Con la esperanza de que desaparezcan vemos para otro lado,

pero en esa oscuridad van creciendo y reproduciéndose.

Así llevamos la vida, hasta que llega el día… 

El día que toca enfrentar los fantasmas y ver los monstruos a los ojos.

Nos sorprendemos a nosotros mismos al verles disolverse ante la luz de nuestra atención. 

Todavía más sorpresivos son los mensajes que necesitaban transmitirnos, 

y el bien que nos hace este enfrentamiento,

y nosotros, dándole largas…

Ese es el día en que nos damos cuenta de que los miedos vienen a liberarnos, pero solo al enfrentarlos. De lo contrario, lo único que logramos esconder, encerrar y alejar de la luz es a nosotros mismos.

De vuelta al Himalaya

Un nuevo libro me lleva de regreso a Nepal. Me invita, una y mil veces más, a la montaña, a caminar…


al viejo viaje,

el de la vida,

la de todos los días…

Diario del Himalaya

Un día a la vez…


Un viaje siguiendo la luz y la montaña. 

Hacia arriba y hacia adentro, 

hacia abajo y hacia afuera. 


Caminar, y descansar… 


Un viaje de vuelta redonda, 

para llegar a ningún lado, 

y terminar, justo donde empezamos…


…y empezamos aquí, ahora, en Katmandú.


Extracto del libro Diario del Himalaya, Un viaje por Nepal. 333 ejemplares impresos en Costa Rica 2021-2022.

A ritmo de domingo

Dormir profundo y despertar sin prisas.

Desayunar algo especial y tomarse el día,

para vivir la vida… 


Salir a explorar, 

adentrarse en la naturaleza, 

bañarse en el río de la existencia.  

Vivir a nuestro ritmo, 

respirar en paz;

dominguear. 

Hoy

Las hojas secas crujen bajo mis pies.

Los tiempos están cambiando.

Lo que una vez fue,

hoy nutre lo que es.

El cielo está despejado.

El sol brilla en toda su gloria,

compartiendo su luz con todo el universo.


Mi corazón, sigue latiendo…

Abrir

Volver a empezar

¡Qué rico volver a escribir en un teclado! La verdad es que es una delicia también. A mano o a máquina, cada uno tiene su magia, y creo que así es con todo, solo que a veces no lo veo… Los pequeños placeres de la vida, realmente son eternos y están por todas partes si uno se empieza a fijar, y con esa sencilla práctica se va afinando la ¨vista,¨ esa vista mágica, ese ojo para ver el milagro, el amor, el todo. Poco a poco, con pequeñas y sencillas prácticas vamos explorando y afinando, conociendo y aprendiendo, siendo y sintiendo. Voy a explorar, voy a aprender, voy a dejarme sorprender; soy. Una práctica diaria de vivir para aprender, explorar, compartir. Un concepto de disciplina como lo dijo Krishnamurti, no de restringirse, sino de aprender, aprender realmente cosas nuevas, para eso hay que estar realmente atento, ahí, presente. Leer, escribir, vivir, compartir, sonreír. Amar. Dejar que fluya el amor y que brote de mí en todas direcciones y recibir el que viene de todas partes. Soltar las restricciones. Aprender por cuenta propia, por experiencia directa, y de tantas otras maneras… Abrir. Dejar que fluya. ¡Abrir para vivir!

Suramérica

Una vez me fui a pasear a Suramérica, y volví casi dos años después. 

Otra me fui a pasear en un libro y regresé siglos después. 

Ahora no sé para dónde iré, y mucho menos, si volveré…

Oasis

Atravieso la soledad en la oscuridad de la noche. Sobre opacas calles vacías voy a veces cuesta abajo y a veces cuesta arriba, sigo sin tregua en camino al lugar indicado. Voy siguiendo un hilo invisible de algo que siempre me ha guiado; El Camino Dorado

Recorro los silenciosos kilómetros sobre dunas negras que se tragan el brillo anaranjado de las luces del alumbrado sin devolver nada más que vacío y el aire frío se me mete en las orejas mientras sigo adelante con la mirada fija en la media luna que flota encima del horizonte. 

El camino es largo y es eterno, y de repente, en un instante, todo terminó. 

Llego al fin a la equis en el mapa y encuentro un portón cerrado, pero puedo escuchar voces que vienen del otro lado…

Aquí afuera las arenas del desierto azotan las rutas abandonadas en el olvido de la pandemia y la luna brilla distanciada, despidiéndose con un brillo amarillo antes de su retirada. Pronuncio el “Ábrete Sésamo” y salen a recibirme un par de beduinos con los que atravieso un portal a otra época… 

Entramos directo al Oasis, donde brillan las luces y la gente baila alegre al sonar de la música. “Sed alegres” se dijo una vez hace mucho y aquí, en el lugar menos esperado, encuentro que se sostiene un bastión de esa alegría. Veo gente viviendo la vida, disfrutando de la buena comida y bebida y compartiendo de todo en este juego de sueños y tragedias, todos bebiendo del cáliz de la compañía, eterna fuente de alegría. 

Un oasis en el desierto del Covid.

En un abrir y cerrar de ojos me devuelvo en el tiempo y en el canvas de mi mente se pinta con memorias un cuadro reluciente; el oasis de Huacachina en el desierto de Ica…  

Afuera, los vientos de la pandemia siguen moviendo la arena del tiempo, enterrando la camaradería, las amistades y las familias bajo las dunas de los años… Mientras aquí dentro, del pozo inagotable del ser, rellenado infinitamente por la abundante compañía, los camellos seguirán bebiendo galones y galones de gloria eterna, hasta la próxima travesía…

*Por lo menos, todavía se puede soñar¿Será, que estamos soñando despiertos? ¿Será, que esto también pasará? ¿Será, que hay rarezas con las que tenemos la suerte de topar, antes de que todo esto se llegue a acabar?