Tenía que volver! Entonces fui a buscar el frasco de vidrio. Adentro estaba la última hoja de aquella mágica hierba cosechada en el huerto de esa casa donde una vez crecí. Ahora iba a visitarla, cien años después, en el trance del té…
Después de tres días de meditación estaba listo para el viaje. Me aseguré de trancar bien las puertas y ventanas y fui apagando todas las velas, hasta que no quedó más que el rojo brillo de los tizones en el fogón. El agua cristalina de la naciente ya empezaba a hervir en la olla, las sombras del vapor bailaban en la oscuridad. Preparé mi vieja taza y al llenarla con agua hirviendo la hoja se puso a flotar. Poco a poco fue contándole sus memorias al agua y un recuerdo repentino de aquellas épocas me dejó saber que ya estaba listo.
“Las plantas no olvidan, y nosotros tampoco, pero nos acordamos mejor juntos…” Así decía mi abuela.
Cerré mis ojos y tomé el primer trago. Inmediatamente, estaba ahí!
Conocimiento Perdido, Tomo IV