Abro los ojos y veo el mar, olas inmensas que se pierden en el horizonte. Inmóviles y doradas, congeladas en el tiempo. Feliz de ver agua sonrío y se me parte el labio inferior. El dolor me saca del delirio. Brota la sangre en la resequedad. Que ironía, que la falta de un líquido haga otro brotar…
Sangre por agua, en un mar de arena.
El desierto me tiene en sus garras, está jugando conmigo. Mi sueño africano se convirtió en la última aventura.
Hace tres días que la tormenta de arena me separó de los Tuareg, mis guías en este cruce sobre las dunas. A través del desierto. A través del vacío.
Las estrellas iluminan la noche, pero no sé adónde apuntan ni adonde estoy. Camino en una sola dirección, hacia adelante.
De día trato de dormir, enterrado en la arena para refugiarme del calor. En la oscuridad comparto con los astros, me convierto en polvo, y como una duna me muevo con el viento.
Tuve a África tanto tiempo atrapada en mis sueños, y ahora ella me atrapó a mí. Encuentro a mi guía muerto al lado de su camello. Ahora sé que ella no me dejará ir.
En la noche veo una constelación en forma de hipopótamo. Me vuelve a ver y corre hacia mí con su inmensa boca abierta…
Me tragan las estrellas y me convierto en una de ellas.