La paz de no dar más.
La paz de haberlo dado todo y saber que ya no se puede más.
La paz de haber llegado hasta el cansancio.
¡Qué tranquilidad!
Esa paz seguramente ya estaba desde antes de empezar, pero qué fácil es apreciarla cuando uno está agotado.
Esa paz que estaba desde antes del principio y que estará después del final.
Esa paz que siempre está.
Paz eterna.