Lleno la olla metálica con agua y la pongo sobre el fuego bajo. Le coloco la tapa para que no se escape el calor. Voy por la caja de tés especiales y busco entre la selección algo muy especial, algo único; el té para este momento. Ese que es imposible saber de antemano pero que se sabe sin duda al reconocerlo. Solo me doy cuenta de cuál es cuando ya lo tengo en la mano. Abro con cuidado el tarrito y saco una cucharada que vierto dentro de la jaula del té sin que caiga nada afuera y la cierro bien. Preparo las tazas y apago el fuego, el agua acaba de hervir. Espero un poco, pongo el té en la olla y comienza la infusión; la magia en la que las hierbas le cuentan al agua sus secretos . Vuelvo a poner la tapa y lo que ocurre adentro es un misterio.
Alisto las tazas y cuando llega el momento levanto la tapa y destapo no solo una olla sino que libero una nube hechizada con un aroma que despierta la alegría del alma. Sonriendo lo vierto en las tazas y de una vez dejo preparando una infusión en frío bajo la luz de la luna.
Me retiro al aposento bien acompañado y con un viejo libro en mi mano tomo el primer sorbo de té. Me llega directo al corazón que me dice que todo está bien, la vida es buena y está llena de pequeños milagros, y gigantes también…
hermoso papi!!!
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Gracias papá!
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