Invierno

El invierno parece tímido al inicio. Llega cauteloso durante las noches, abrigado por el silencio y protegido por la oscuridad. En la mañana todo está sutilmente más blanco, más quieto, más frío.

La nieve comienza a aparecer en los picos de las montañas alrededor y a lo lejos fortalece su presencia en las blancas cimas adonde se retiró durante el verano. Poco a poco las nevadas se atreven a salir a la luz del sol, pero siempre cerca de la noche. Mágicos amaneceres y atardeceres en los que blancas plumas de hielo flotan suavemente hacia la tierra en la luz dorada de la transición.

A todo esto la nieve viene lentamente bajando las montañas, cubriendo cada roca llega a la línea de árboles y los empieza a vestir de blanco. Se acerca casi imperceptiblemente, hasta llegar al pie de las montañas y colinas que rodean el pueblo.

Pasan los días y nada parece cambiar.

En eso, un día empieza una nevada que persiste día y noche y el invierno toma confianza.

Todo es blanco.

Solo el pequeño pueblo mantiene su calor y se resiste al vestido blanco, pero la nieve está todo alrededor y se derrite apenas en sus límites, adonde espera paciente la inevitable marcha de la naturaleza.

El invierno avanzará lentamente, hasta cubrir todo el pueblo, reduciendo el calor a cada casa, a cada hoguera, a cada corazón.

Todo se retira hacia su centro mientras afuera el invierno se extiende y se expande, cubriendo todo con una capa de nieve, paz y tranquilidad.

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