Ometepe, Nicaragua
Me dejo llevar y paso el día entregándome a mí mismo. Duermo siesta y camino en paz, dejándolo todo pasar, sin esforzarme, sin juzgar, sin controlar, sin comparar, sin decidir, sin manejar, solo siendo y haciendo.
Veo un chancho echado en la playa y está en paz.
En el corredor de una casa hay un montón de maíz con una gallina que rebusca a sus orillas.
Pasa un señor caminando un ternero con un mecate como si fuera un perro.
Una gran abeja negra trata de volar.
Una lucha entre hormigas y una larva.
Pongo la maca entre buenos árboles que me cobijan con su sombra mientras disfruto el sonido de las suaves olas y siento la brisa del Cocibolca.
Me paro en una caca de gallina.
Me limpio en la arena.
Empiezo a leer y cuando me da sueño no me resisto, me entrego a una deliciosa siesta.
Despierto renovado y no ha pasado ni media hora.
Trepo a un árbol de Espino sobre el río.
Recojo la maca y camino de regreso.
Paso a darle cariño al chancho y me doy cuenta de que lo acompaña su amigo el pato.
Le ayudo a Doña Rosa a llevar la comida al fogón del centro comunitario.
Practico yoga frente al volcán.
Soy.
Paz.