Capurganá, Caribe Colombiano
Sentado tomando café y comiéndome un ladrillo de jalea de guayaba veo el velero que no me va a llevar. Le Virgile.
Fue lo primero que vi cuando llegué aquí. Por su nombre me imagino que es francés. Unos dicen que lleva meses anclado ahí, otros aseguran que ayer no estaba y que tiene que haber llegado en la noche… Como siempre en Sudamérica, todos responden con seguridad pero realmente nadie sabe nada. Creo que ya se me debe haber pegado un poco porque si alguien me preguntara por el velero ahora, probablemente aseguraría que es francés.
No sé si es casualidad que cuando me siento a ver el atardecer lo tengo justo enfrente, pero lo dudo. Anclado, cubierta desierta y velas bien enroscadas parece querer decirme que no irá a ningún lugar pronto, que esperará el momento adecuado y que yo debería hacer lo mismo. Que ahora debo regresar a casa, a ver a mi familia, a mis amigos.
Normalmente el sonido de las olas es un placer rítmico y suave que podría apaciguar a la bestia más salvaje, pero en este momento las olas se estrellan contra las rocas con una urgencia que no me deja descansar. Debo seguir mi camino y alcanzarme a mí mismo. Alcanzar a esa parte de mí que ya está en la casa hace rato y que me atormenta mostrándome improbables similitudes entre los lugares que veo por primera vez y los que he conocido toda mi vida, haciéndolos verse imposiblemente familiares.
Una próxima aventura queda, por ahora, anclada.
Te esperamos muy ilusionados!!!! Tu casa, tu familia, tus perros (Dunga a quien vas a conocer y de la cual te vas a enamorar) tu madre viejit, Vetorey… Esteban…. El Chico, Chanelas, Calypso Rubi en las ultimas….. Que ganas de verte!!
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Igual de ilusionado de volver! Está grande la familia! jajaja
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