Las mujeres de Calixto

Mompiche, Ecuador

Abordo del Bori I

«Usted se marea?» Me pregunta Calixto, y sé que la verdad la busca en mi cara y no en las palabras que salen de mi boca mientras le digo que no, y que en todo caso no se preocupe por mí, que quiero ir para ayudarlo, no atrasarlo… Se ríe y vamos a un rancho por el combustible, llenamos dos pichingas amarillas con tapa roja. No sé adonde vamos ni cuanto vamos a durar. Llevamos una cada uno a la panga y después subo a devolver las pichingas.

Me subo al Bori I y  Calixto me dice donde sentarme, a su izquierda, él va de pie , salimos con los 40 caballos hacia el horizonte donde ya se esta acostando el sol. No muchos aquí salen estos días por la jaiba morada. «Corta las redes y es como pasarse unas tijeras por las manos.» 

Al frente de Portete pasamos otros pescadores y hay un breve intercambio de información indecifrable, por lo menos para mí. Está meneado el mar. Vamos hacia las profundidades, buscando evitar la jaiba morada. 

Calixto se empieza a soltar y me cuenta de sus conquistas y derrotas en el mundo de las mujeres.  Me cuenta como agarró a la primera poniendole los cachos volviendo temprano a la casa.

Mar adentro paramos y sondea, estamos a 9 brazas de profundidad. Una braza es lo que mida el pescador con los brazos abiertos, 1.65 m, según él. Tiramos al agua el borracho o bandera y 13 redes juntas, yo tengo que irle pasando la red y ver que no se enrede, o Calixto se enoja conmigo, esta parte es en serio. Buscamos camarón. Vamos a dejarlas solo como media hora para ojalá no agarrar muchas jaibas moradas. Apaga el motor y quedamos a la deriva, por ahora…

Comparte conmigo unos dulces de tutti frutti mientras oscurece. Me cuenta que las serranas son 99% fieles, y las costeñas 99% infieles. Por eso él ahora tiene una señora en la sierra.

Le pregunto si puedo orinar y me dice que claro. Nada como echar orines en altamar! Balanceándome sobre la delgada línea que divide no caerse y orinar dentro del barco. Ya está totalmente oscuro y el capitán del Bori enciende la luz que parpadea verde y rojo.

Me cuenta de una novia aniñada que tenía en la costa. Rubia, «bien aquí arriba, bien aquí abajo y tallada la vagina»  trabajaba de cajera en un banco, pero fiel a sus porcentajes, era infiel y tenía un gringo que la iba a ver de vez en cuando.

Me cuenta de cuando los piratas le quitaron su barco y lo dejaron a la deriva y sin motor en otra lancha peor con otras víctimas, a tener que remar con un palo hasta encontrar otros pescadores que los rescataran. «Un muerto y tres heridos dejaron los piratas ese día.» Una negra lindísima y muy caliente «y sin ser parida» pero esta le dejó claro que solo quería disfrutar y no le interesaba tener familia.

Empezamos a sacar las redes y las primeras 5 brazas se me hacen eternas ante la luz de la linterna de la cabeza de Calixto, eternas y gigantes porque vienen vacías. Sé que si no sacamos nada yo podría ser el visto como el reponsable de la buena o mala fortuna.

«Esto es lo que andamos buscando!» me dice Calixto mientras sostiene un camarón del tamaño de un banano, lo tira con lo bueno. (Yo no sé donde terminan estos camarones, pero nunca he visto uno de ese tamaño en el plato de ningún restaurante.)

Siguen saliendo buenos camarones y le pregunto si vamos bien? Con cuidado no cantar los pollos antes de que nazcan, pescar es mucho de suerte y no hay que jalarle el rabo a la ternera. Igualmente Calixto me da una mirada feroz y me explica que uno no debe decir «Hoy en la noche me voy a comer esta hembra. Porque después no pasa nada y como queda usted? Mejor usted se queda calladito, come tranquilo y ya si quiere al día siguiente habla todo lo que quiera.»

Sale la primera jaiba morada, la revienta contra el borde del barco. Sale un cangrejo lleno de picos que es como la jaiba morada pero mas fuerte y más duro. Sale un loco. Sale un lengüado, la primera vez que veo este monstruo marino aparentemente a mitad de su evolución, con los dos ojos del mismo lado pero la boca todavía de lado. Tiramos de vuelta una anguila. Una medusa, «Esto es aguamala, los chinos la compran» la tira al piso del barco, donde brincan peces y camarones atrapados en la red. Sale un poco de todo, pero bastantes camarones, y después de sacar la última red declara que nos fue bien.

En el regreso a la costa atravesamos una tormenta en la que Calixto estrena su nueva capa y yo me empapo. Me cuenta de otra señora ya mayor que quería con él, pero tenía marido.

Yo pensé que iba a aprender mayormente de la pesca, pero Calixto tiene mucho que contar, y cosas que le gustan más, como las mujeres. Cualquier cosa que le pregunto me responde con mujeres. Llegamos a la playa y me deja con la tarea de empujar la lancha en la arena mientras va a hacer una vuelta. Llega con su hijo y empiezan a sacar los camarones y tirarlos en un balde blanco a mis pies. La tormenta llega a la costa y me empieza a dar frío. Un camarón cae afuera y rápidamente  lo recojo y lo tiro adentro del balde.

A las jaibas moradas y los cangrejos les arrancan los brazos y después los revientan contra el borde del la lancha, para que no sufran, seguro… Siguen sacando camarones.

«Puedo tratar de sacar uno?» 

«Primero vea, y después aprende»

Al terminar me regala los pescados, incluido el lenguado. Estos los comería con la gran compañia del Fauno y Corazón de León pocas horas déspues. Me cuenta que esta noche duerme el el San Marino. 

«Si quiere venga mañana… «

Le agradezco y nos despedimos.

Me doy cuenta que el San Marino es el mar.

Buenas noches Calixto.

2 comentarios en “Las mujeres de Calixto

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