Del Amazonas a los Andes

De Pucallpa a Huanuco, Perú

04/08/2014-23/09/2014

Desembarcamos en Pucallpa y nos montamos en un mototaxi directo a averiguar buses para salir de ahí. Pensaba quedarme unos días pero no promete mucho y hay buses que salen en un par de horas hacia Huánuco, mi primer parada en los Andes peruanos, sobre la ruta menos transitada hacia Cusco por la cordillera. Desayunamos al lado de la calle y me despido de los ingleses una vez más. Comemos rico y tomamos una deliciosa leche de plátano (buscar nombre) encontrado, chopo con leche. Después de regatear el boleto de bus y conseguir un buen descuento los convenzo de dejarme bañarme gratis. Me monto en el bus y directo a los Andes, ruleo la mayoría del camino. En la región de Tingo María, se sube un militar con tremendo armamento al que hay que darle una contribución «voluntaria» como si se le fuera a negar algo a un mae con ametralladora…

Llegamos de noche y me recibe el frío de la montaña. Encuentro el Hostal Huánuco, es un edificio viejísimo, parece una combinación entre museo y The Shining, más que todo The Shining… Los cuartos son carísimos pero los señores son tuanis y me dejan uno a medio precio. Le hace falta el vidrio de una ventana por donde alegremente se mete el frío.

Los lajas del bus me robaron un mosquetón.

Salgo con mi armónica a la plaza de armas. Toco un par de horas, consigo un par de soles y un confite. Además, me hago amigo del guarda de la plaza, una gordita y un vendedor de confites (de ahí vino el confite) que creía que estaba tocando Michael Jackson y cantaba/gritaba «baby, baby, baby!» y terminaba siempre llorando sobre mi hombro. Al llegar al hostal me dicen que debería ir a tocar a los restaurantes, que ahí me va ir mejor. Me armo de valor y voy a serenatear familias y parejas. Les ofrezco una antigua melodía escocesa, y les cuento que fue la primer canción que me aprendí. Pero no les digo que realmente me sé solo 5 y que esta es la única que «domino» suficientemente bien como para atreverme a tocar en un restaurante. Les gusta mucho y me gano unos 5 soles más, o siete? y una birra con nuevos amigos.

En la noche me fumo un puro de Toé, de los 3 que me regaló Billy cuando fuimos al Callejón de las brujas en el mercado de Belén en Iquitos. Me lo fumo en la cama bien cobijado pa no morirme de frío y uso un sartén de las varas de camping como cenicero. Espero que la ventana por donde entra el frío sirva también para que salga el humo. Supuestamente uno se lo fuma y pone la tocola debajo de la almohada y tiene los sueños que quiere tener. No pedí nada especial pero sí tuve sueños vividos, lo cual tampoco es raro para mí. Después de fumarme los otros dos veré que pasa.

Me levanto y el cuarto huele asqueroso, error fumárselo adentro, la ventana sólo sirve para que entre el frío. Voy a ver el templo de Kotosh, también conocido como las manos cruzadas. Hay unas ruinas y unas manos cruzadas medio averiguadas, pero el paisaje es espectacular. Camino un rato por la montaña, subo por un riachuelo lleno de vida y voy a descansar debajo de un viejo árbol. En la tarde hago yoga en el patio del hostal y alisto la mochila para el bus nocturno a Huancayo. Me topo un doctor súper tuanis en el pasillo que me recomienda unas pastillas para la altura, sorojchi pill, y me regala una bolsa llena de hojas de coca para ir mascando en el camino. Voy a tocar armónica un rato pero me voy en cero, tenía que pasar algún día… Aprendo que sí sirve de algo analizar los flujos de gente y los embudos al momento de ubicarse. Me monto en el bus.

2 comentarios en “Del Amazonas a los Andes

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